lunes, 7 de febrero de 2011

Más allá de los deseo que se cumplen


Hace unos días te volvía ver a pesar de que hace centurias había hecho un pacto con Dios para no volver a hacerlo. El trato rezaba y cito: Que si yo no te volvía a ver, Dios me prometía que tú serías  muy feliz.



Sin embargo, nos hemos encontrado de nuevo. Tú fuiste quien me encontró y debo admitir que aunque mi alma nunca se eleva tanto como cuando se de ti, no quería verte.

Eres una adicción a tiempo diferida.

Cuando no se de ti o no  te veo, jamás desperdicio dos sinapsis en tu persona. Pero es verte de nuevo y toda la química de mi cuerpo, cerebro y demás vísceras reaccionan ante tu presencia.

Ya sé que te casaste y honestamente me hace muy feliz que tu si hayas tenido la historia de amor con la que los demás sólo soñamos.  Deseo de todo corazón que ella sea la mujer, la esposa y compañera que mereces.

Siempre he dicho que si encontré a mi Príncipe Azul, pero que este paso en su flamante corcel sin verme.

Debo decirte que de la devastaciones previas que dejaba tu sonrisa, poco queda. Te vi como un hombre, tan lejano a mí como la primera vez hace 15 años. Y esta vez no me dolió, demonios, no lo sentí.

¿Dios qué me quieres decir?  Es tiempo de dejarlo atrás.

Tal vez sea que tengo inversiones en otras cuentas, pero lo cierto es que sin querer parecer inafectada y sin necesidad de chantajes emocionales, esto fue el perfecto adiós.

Te vi muy feliz y me viste realizada. Hablamos como iguales.

Tú sabes que siempre te amararé pero por primera vez puedo decirte  adiós y os mejores deseos, y mejor aún, realmente deseártelo.

Suficiente,  en definitiva es tiempo de caminar.

Se exitoso y pleno, que yo también lo seré. 

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